La Teoría de la Relatividad resulta ser una nueva teoría epistemológica de la Ciencia que nos propone modificar drásticamente los conceptos del espacio y del tiempo que nos formamos a través de los sentidos. Ellos nos engañan, por lo menos en lo teórico.
NADA ESTÁ QUIETO Y NADA ES LO QUE PARECE.
Demuestra que el espacio no es tridimensional, y que el tiempo no es una entidad aparte.
Espacio/tiempo están íntimamente conectados simplemente porque todo está afectado por todo y en movimiento.
Por consiguiente, en la Teoría de la Relatividad sólo podemos hablar de dónde y cuándo, pero como (por causa de la estructuración mental griega) no estamos acostumbrados a pensar así, se nos hace muy difícil afrontarla en el nivel de la intuición y del lenguaje ordinario.
Lo que se está descubriendo entraña una modificación de todo el marco de referencia de que nos valemos para describir la naturaleza. La consecuencia más simple de esta modificación es comprender que la masa no es más que una forma de energía; que todo objeto tiene energía almacenada en su masa. Falta definir qué es la energía, y no como masa por la velocidad de la luz, porque esa es una definición redundante.
En la física moderna a la masa se la ve como haces de energía.
La energía por su parte se la asocia con capacidad de trabajo, con actividad, con procesos, y esto implica que la naturaleza de las partículas subatómicas es esencialmente dinámica.
En la Teoría Relativista las partículas subatómicas son diseños dinámicos que tienen un aspecto espacial y un aspecto temporal. Su aspecto espacial hace que aparezcan como objetos con cierta masa, y su aspecto temporal como procesos en los que está en juego la correspondiente energía. La teoría de la relatividad otorga a los constituyentes de la materia un aspecto intrínsecamente dinámico y demuestra que no se puede separar la existencia de la materia del trabajo resultante: los ‘objetos’ son acontecimientos.
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